Quien narra historias alberga una esperanza. En la cercanía del cuerpo doliente lo expresable son las excrecencias, la contorsión, las respiraciones coartadas. Desde aquí, el libro, la obra, no se cierran en un círculo ofrecido al descanso del contemplador. Desde aquí la promesa de la obra no es un sentido sino la descripción de una quema. El cuerpo es lo discontinuo; acercar la obra al cuerpo, a la vía, significa acercarse a una geografía de temblores, hendiduras, paisajes, inconclusos, tránsitos. La obra que es cuerpo y respiración es descriptiva, situacional, acontecimiento. La extensión de una náusea, la asfixia, la debilidad o la fuerza, la ansiedad del cuerpo en negación de sí mismo son sus visiones. No hay aquí posibilidad para el argumento. El cuerpo carece de argumento, no se propone para la discusión. Su tiempo es vertiginoso; fugaz e intermitente. Sus códigos oscilan entre la suerte, el azar, el vacío, los esplendores, la fuga, y el hastío. Desde el cuerpo no hay uno que ha...