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Mostrando entradas de octubre, 2008
i yo, que provengo de las sombras más voraces que camino como quien corre por el miedo y por la angustia al abandono esta tierra se me ha hecho tan frágil que el cuerpo es una dura roca difícil de asir mis noches son tan oscuras como las sombras de los cuerpos ii el mar más oscuro brota dentro de mí su voz se parece a una noche eternamente sola

Miseria

la miseria se estaciona en el alma y corre incansablemente por este cuerpo vacío y me deja instalado en el corazón una muerte casi impronunciable qué hacer con el miedo a la oscuridad que se duerme detrás de mis oídos me muerde, me araña, y con su hocico pequeño y dulce logra que caiga en la tentación de lo ignoto la miseria arranca de cuajo mis palabras y me deja desamparada siempre frente a un espejo
Qué hay con estas manos, hechas de papel y de la lumbre más terrible; qué hay con ellas, qué hay con que dancen en medio de este mar mudo, y se cuelen en medio de los libros para atrapar su misterio. Qué hay con que estos dedos que arañen la espesura de este paisaje; y que murmuren frases que no pueden escribir. Qué hay sobre la tierra, los frenéticos cuerpos y la noche. Qué hay con esta boca, construida con grandes bordes, por donde el río interior corre secretamente; qué hay con el miedo a la sequía y al desborde. Qué hay sobre el cuerpo en blanco, sin rasgar, sin poseer, abandonado a la intemperie.

Ese otro rostro

La mujer del espejo me ha traducido un miedo en el cuerpo casi impronunciable Ella casi corporal me mira con sus ojos de lince en espera de que hable o deslice mis palabras debajo de la puerta del corazón para que logre por fin enunciar sus miedos Pero le temo tanto a ese otro rostro que se enfunda en el crepúsculo y cual si fuese la espada de la sombra propicia el juego de los espejos Nunca nos miramos a los ojos porque la noche arroja la oscuridad más terrible.

Usted

Gente, a causa de la época de sequía -y porque en verdad creo que el tiempo en que datan estos poemas fue bastante fructífera- aquí les dejo otro poema de los años del ñaupa. Los quiero. Usted sabe cómo arrimarse cuelga una banderita de bienvenida ahí se queda, y mis fertilidades se vuelven tan hogareñas, usted me entiende a nuestra manera de entendernos Entonces abro la boca de la cintura y encaro a su lengua usted retrocede, tengo mi absoluta decisión de arrimarme, de poseer esta franca distancia que me estoy ganando y se acobarda; usted mismo se hace el loco y da la vuelta a su esquina y lo pierdo, interrupciones metódicas y volubles nos traspasan no me deja entrarle; usted no quiere que entre a su casa nunca más pero luego lo quiere, y destiende nuestra cama el lecho del tigre feroz que nos aguarda muy dentro, usted sabe cómo me rindo ante usted Este nosotros es a veces tan certero y tan hondo, que me meto de cabeza hacia su mismo infierno quédese ahí, acomodadito acurrúquese como