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Mostrando entradas de octubre, 2009
si quisiera dejar de escribir si realmente pensara en la posibilidad de soltar la pluma y silenciarme me perturba ese miedo que volverá de tan lejos a posesionarse de mí si quisiera dejar de escribir no sabría de donde buscar el valor para enfrentar esa cruel tormenta que se estacionará delante de mi casa en espera de que salga y pelee por mí si quisiera dejar de escribir la palabra, estoy segura, me mataría.
será que la desdicha deambula por los cuerpos más robustos y cuando encuentra un rincón oscuro y dulce donde esconderse extiende sus manos y se deja caer
Te palpaba como se enciende un cigarrillo nocturno. Mi boca transpiraba una humedad casi demencial que se adhería a tu piel como si fuese una lava. No quería fumarte ni beberte, quería tocarte como si fueses el último cuerpo, la última sombra de toda esta oscuridad. Tal vez la luna no sea más que un espejo recurrente de las palabras que no tienen rostro. Y allí, en el filo del vidrio, aparecen resguardadas. Te tocaba como si hacerlo fuese infiltrarme en un nuevo tiempo. En realidad lo era pero no lo sabía. Te besaba el cuerpo caliente y sentía que entre ambos existía un vínculo que las palabras no lograban descifrar. El lenguaje nos era tan precario, o tal vez éramos nosotros quienes no sabíamos precisar qué sentíamos ante ese contacto. A veces construíamos la palabra amor, le conferíamos un nuevo significado, algo que sólo tuviese que ver con nosotros y con ese momento. Pero nuestras bocas también se silenciaban, y nos dormíamos en un eterno balbuceo. Hacíamos el amor con todo el cuer
contenido este músculo escribiente sólo resta balbucear frente al papel con miras de que la palabra infiltre su seno más voraz y nos enfrente
la poesía es aquel refugio donde el corazón llora a gritos esa ausencia irrepetible de estar lejos de esa otra tierra que nos nombra
ya no tengo dudas: la poesía ha calado en este corazón y no ha dejado de balbucear