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Mostrando entradas de 2008

Vacaciones. Me fui!

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Este miércoles por fin parto a la Isla. Allí pasaré navidad y año nuevo rodeada de la familia de mi esposo. Les dejo una fotito del lugar. Espectacular, verdad? Feliz Navidad y año nuevo para todos! tomen hasta el amanecer, disfruten a pleno estos días fiesteros. Saludos a todos. Los veo a la vuelta.
Resulta que todo tiene un decir oculto. Hasta las palabras sólo dicen las cosas que pueden decir en los momentos que ellas creen perfectos. Pero también tienen aquello otro que no sueltan nunca, aquello que se llevan a la tumba del cuerpo hasta que un buen día la boca los larga a borbotones. Resulta que yo también tengo palabras que nunca enuncio. Las escribo a veces en papeles arrugados que quedan archivados en la memoria de nadie. Las pronuncio e intento darles nombre: las culpo, las araño en mi cuarto corto, les digo, váyanse a tomar café, vayan a la plaza a ver si llueve, pero váyanse de mi vida. Y las palabras me miran como sonriendo, pero en el fondo es un sonrisa burlona de la que nunca se desprenden. Y yo quedo con mi rostro acartonado, miedoso, mirándolas y en espera de un susurro. Resulta que todo posee una mirada oculta. Todo objeto tiene un rostro que nunca vi, y que tal vez nunca veré. Él está ahí, del lado inverso, viendo como lo miro pero no lo veo. Es como observar el

Aleksandr Ródchenko

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Los rostros de la noche

i Antes de dormir me siento en el césped fresco a admirar el día. Él viene con sus manos grandes y se aquieta conmigo. Los dos callamos ante la primavera. Luego llega la ansiada noche, Endimión y la danza de la muerte. No sabemos qué decir ante el letargo de lo oscuro. La noche cae en nosotros de una manera maravillosa y aún así un limbo raro nos penetra. Miramos el cielo y un silencio nos agolpa. Mi palabra de repente resulta inútil. Todo esto es impronunciable: la danza nocturna, el silencio estrellado. Temblamos miedo. Nunca supimos porqué
Habíamos quedado en no llorar vos derramaste tres lágrimas superfluas me desgarraste mojaste mi café y mi palabra inundaste mi escritorio ahora me dan muchísimas ganas de dejarme ir. Luego nos fuimos vos por tu lado yo por mi cuenco. Aún mi escritorio sigue sin tinta aún mi palabra sangra agua de tu vientre y el café me parece insulso desde ese día. desde esa muerte. (2001)

ii

No puedo enumerar todas las formas de dolor con las que lidié. Dolores estomacales muy agudos que subían lentamente por el cuerpo hasta explotar en la sangre el factor augurios; dolores del tipo abdominal que arañaban los músculos, para liberarse de la cárcel corporal; dolores llenos de fiebre, encanto y misterio que mordían mi boca con la intención de herirme y dejarme tendida en una cama húmeda. Finalmente tuve los peores dolores: los dolores por no poder hablar. Creo que ese dolor aún lo llevo conmigo, agazapado en la espalda y en la boca.

La poca artista

no tengo que fingir palabras ellas salen disparadas hacia el mundo y se colocan dentro de las bocas que tiemblan me siento autosuficiente por las noches al abrir los libros que más adoro y hurgar ahí, donde la palabra vibra a veces presiento una inseguridad infantil una porción de mí que no doy a nadie siento una incapacidad de sacarme el velo de mostrar la fiera que me vive que me ama, que me exige y transporta. no soy una mera formulación de huesos mi carne existe doy en general más vida que muerte carezco de oscuridad crepuscular y mis ojos son la amplitud de mis palabras la poca artista que hay en mí asume la falta de verbo de palabra extraño contemplar el corazón deshogado y las manos escribiendo a golpes los ruidos del motor del alma. soy una garganta que grita la crueldad del verbo al no existirme al no habitarme en cada pálpito en el latido de mi yo interior esta mujer la casi artista que vive la que sobrevive cae en un esterilidad poética. en una muerte anunciada.
noche que tiemblas en esta boca oscura y a tientas ven cae sobre mí una vez en la vida.

ii

todo paisaje corporal debe concebirse como un centro el amante toma de las manos un cuerpo y lo extiende una llanura límpida y volátil aparece frente a sus ojos y sus dedos son como brasas saltando el crepúsculo todo paisaje corporal posee un lenguaje secreto y sólo el amante podrá sumergirse en la carne para reescribirlo el cuerpo es un centro donde la llama reposa y late al compás del tiempo

El infinito en la palma de la mano

Extendió la mano y ella acercó la suya, abierta. Sus palmas se tocaron. Midieron sus manos, brazos y piernas. Examinaron sus similitudes y diferencias. Él la llevó a recorrer el jardín. Se sintió útil, responsable. Le mostró el jaguar, el cimpiés, el mapache, la tortuga. Rieron mucho. Retozaron, contemplaron las nubes rodar y cambiar de forma, escucharon la monótona tonada de los árboles, ensayaron palabras para describir lo innombrable. Él se sabía Adán y la sabía Eva. Ella quería saberlo todo.

Abra(s)zo

i A la hora de la siesta mi cuerpo me arroja al lecho y me enciende en llamas no digo que mi siesta sea una llanura abrasada pero mi cuerpo se prende logrando que la oscuridad terrestre sea una infamia tampoco digo que la mujer que reposa allí todas las noches no quiera ser arrojada a las violentas llamas por qué no al fin y al cabo está hecha de carne que necesita encenderse A la hora de la siesta mi cuerpo nos arroja hacia un hades inventivo donde ya no valen los augurios ni las promesas sólo el pecho ardiente clamando por el amante la luz del día convierte en máscara a la oscuridad nocturna y el rostro del otro pierde el miedo y se vuelve lumbre yo me enciendo a besos de una manera inhumana.

Juego de palabras

Con la gente de pliegues nos divertimos jugando. Todos arrojamos al aire dos o tres palabras. Luego, cada uno tuvo que crear con todo ese grupo de palabras algún texto de cualquier género. El siguiente poema es el que surgió después de armar y desarmar palabras. yo, mujer sureña, desearía tener la sed del azul para peinarme en espiral y caer en la escalera del gran cascabel de la luna pero no sólo tengo esta sed de pantano esta tetera esta purpurina miscible que hace añil este sur sólo tengo esta bicicleta color limón y esta luna hecha grumo de mandarina .

Las brujas

Les diré la verdad. El poema comenzó siendo un juego. Quería jugar con Hallowen y que mejor que jugar con las brujas. Esto es lo que salió. No se rían, por favor, que esto es cosa seria! Lentamente llegan las brujas en sus escobas los rostros color grisáceo, las piernas alargadas y pálidas y los labios de un color negro intenso llegan con los ojos firmes, llenos de furia y dolor, y con sus cuerpos apenas visible entierran la oscuridad en este pueblo perdido. A las siete de la tarde -antes de que el sol se duerma en el horizonte y las sombras aterricen de un plomazo- hombres y mujeres corren de sus casas y temerosos de que una bruja los hechice les arrojan calderos calientes y les gritan brujas, brujas, brujas La noche comienza a soltar más oscuridad cuánto más brujas, más sombras cuánto más brujas, más risas ahogadas y más cuerpos surgiendo de la niebla Las brujas son pájaros muy solos que vuelan por el cielo A veces, sus cuerpos caen y ruedan por los
Qué hace la lluvia en los cuerpos desnudos, me pregunto. Qué hace la lluvia en mí, hoy, que no hago nada más que mirar llover por una ventana cerrada. Qué hace la lluvia en los cuerpos cerrados, y en aquellos que fueron poseídos por las sombras. Qué hace la lluvia sobre lo oscuro. Qué hace esta agua que sólo cae, cae de a golpes sobre un suelo seco. Hoy es un día del que reniego.
i yo, que provengo de las sombras más voraces que camino como quien corre por el miedo y por la angustia al abandono esta tierra se me ha hecho tan frágil que el cuerpo es una dura roca difícil de asir mis noches son tan oscuras como las sombras de los cuerpos ii el mar más oscuro brota dentro de mí su voz se parece a una noche eternamente sola

Miseria

la miseria se estaciona en el alma y corre incansablemente por este cuerpo vacío y me deja instalado en el corazón una muerte casi impronunciable qué hacer con el miedo a la oscuridad que se duerme detrás de mis oídos me muerde, me araña, y con su hocico pequeño y dulce logra que caiga en la tentación de lo ignoto la miseria arranca de cuajo mis palabras y me deja desamparada siempre frente a un espejo
Qué hay con estas manos, hechas de papel y de la lumbre más terrible; qué hay con ellas, qué hay con que dancen en medio de este mar mudo, y se cuelen en medio de los libros para atrapar su misterio. Qué hay con que estos dedos que arañen la espesura de este paisaje; y que murmuren frases que no pueden escribir. Qué hay sobre la tierra, los frenéticos cuerpos y la noche. Qué hay con esta boca, construida con grandes bordes, por donde el río interior corre secretamente; qué hay con el miedo a la sequía y al desborde. Qué hay sobre el cuerpo en blanco, sin rasgar, sin poseer, abandonado a la intemperie.

Ese otro rostro

La mujer del espejo me ha traducido un miedo en el cuerpo casi impronunciable Ella casi corporal me mira con sus ojos de lince en espera de que hable o deslice mis palabras debajo de la puerta del corazón para que logre por fin enunciar sus miedos Pero le temo tanto a ese otro rostro que se enfunda en el crepúsculo y cual si fuese la espada de la sombra propicia el juego de los espejos Nunca nos miramos a los ojos porque la noche arroja la oscuridad más terrible.

Usted

Gente, a causa de la época de sequía -y porque en verdad creo que el tiempo en que datan estos poemas fue bastante fructífera- aquí les dejo otro poema de los años del ñaupa. Los quiero. Usted sabe cómo arrimarse cuelga una banderita de bienvenida ahí se queda, y mis fertilidades se vuelven tan hogareñas, usted me entiende a nuestra manera de entendernos Entonces abro la boca de la cintura y encaro a su lengua usted retrocede, tengo mi absoluta decisión de arrimarme, de poseer esta franca distancia que me estoy ganando y se acobarda; usted mismo se hace el loco y da la vuelta a su esquina y lo pierdo, interrupciones metódicas y volubles nos traspasan no me deja entrarle; usted no quiere que entre a su casa nunca más pero luego lo quiere, y destiende nuestra cama el lecho del tigre feroz que nos aguarda muy dentro, usted sabe cómo me rindo ante usted Este nosotros es a veces tan certero y tan hondo, que me meto de cabeza hacia su mismo infierno quédese ahí, acomodadito acurrúquese como
yo era un cuarto oscuro donde nacían moscas y temores inauditos un cuerpo en blanco aún sin escribir siempre tiritando de mis pechos crecía una patria marcándome la piel y un pequeño limbo me sostenía. el cuerpo era un trasfondo un dolor punzante depositado en mi vientre un gran martirio nacido del pasado inentendible. yo era una hecatombe encendida mis ojos eran una esperanza irrepetible mezclados con la hojarasca del día. y la escritura era un cuerpo caliente despertándose a diario entre mis manos.

Juanele

Las sierras, 4 de septiembre. No tengo la voz de pájaro. Sólo conozco el vuelo imaginario. No está permitido leer a Juanele en voz baja. Porque toda su palabra es un inmenso río que canta la memoria del poeta. Siento que la voz grave hace más honda la pérdida. Leo su libro y un gran río desciende lentamente por mi garganta. Un dulce canto que podría ser el Paraná de Ortíz. Un río que crece agolpadamente por todo el cuerpo. Yo soy un río que habla y escribe sobre lo que sufro. Yo soy un pájaro el cual se posa en las torrentes del río. Yo soy un pájaro que vive dentro de las profundidades del Paraná. Un gran río me circunda las sombras. ¿Por qué la palabra no besa sino que sólo inunda de miedo? Juan L, sos un río y un pájaro que canta en mi corazón.
Escribir desde dónde y para quién. Yo sólo sé escribir para mí. Sólo sé anotar borradores pensando en lo que detallaré luego de la siesta. Escribo para mí, siento conmigo, abrazo mi cuerpo con la idea de mezclarme con todo aquello a lo que temo. Escribir para otros no me hace falta. Por eso soy muda. Por eso no recito. Por eso detesto la exposición. La verdad es que sólo sé escribir de esta forma Si a los otros les gusta yo, encantada.

Cosillas interesantes.

Alejandra No puedo dejar de nombrar a Alejandra Pizamik, porque Alejandra era la cultora de la noche. Una noche con Alejandra terminaba cuatro días después. Con ella hemos batido records de permanencia despiertos. Yo tenía toda la energía de la adolescencia y ella estaba despidiéndose de esta vida, porque ya no le interesaba el achanchamiento de la Argentina de ese momento. Yo creo que ella fue un crimen perfecto, como mucha belleza que ha muerto suicidada. Se dio que se tenía que morir o morir, porque no podía vivir más. Y la patria que encontró, su patria nocturna, era justamente el único momento en que estaba en paz, porque no se inmiscuían en su secreto mundo. Entonces las noches con ella pasaban tipo una semana de noche eterna que era más allá de la noche y del día, porque dormíamos de día, de noche vivíamos, Ella escribió el libro Las palabras y las noches, que habla también del peso de lo nocturno. Estábamos en su casa y decía: "Los viejos de arriba me molestan". Por
en lo oscuro la palabra toma cuerpo te abraza el nombre y acurrucándose en tu boca te parte el verbo

Algo maloso

Desde el silencio sube una brisa corporal que se extiende sobre el césped de octubre esta brisa posee una corporeidad latente que al contacto con la palabra el cuerpo se esfuma atravesando mis manos muertas ¿Dónde entonces depositar esta tristeza? ¿en el ancho de esta cama insulsa? ¿al borde del papel escrito, el cual incipiente roza aquello ya dicho? Desde el silencio puedo descubrirme ya no aparento esa sensibilidad inocente, sino que este rostro fue tornándose oscuro. ¿más aún que el miedoso rostro infantil? sí, aquel rostro era adormecido; éste es sufrido. Desde el silencio escribo todo lo que puede soportar el corazón.

La noche sobre mí

toda la oscuridad baja y me atraviesa se balancea dentro de mí temo a la noche por esa asonancia secreta con que sus palabras tejen los hilos de mi muerte.
Como si fuese un pájaro, vuelo desde el corazón de esta montaña al punto más alto del firmamento. Abro mis alas. Descanso. Reposo mi cuerpo y me siento a mirar mi memoria. Todos los pájaros vuelan alrededor de mí. Yo los observo en su aleteo triunfal, mientras sigo mirando mi propio horizonte. Todo aquello que veo en este instante puede cambiar de forma ante mis ojos. El cielo puede tornarse rojizo si el crepúsculo se acerca bajito y susurrando. Yo, tal vez, esté observando un horizonte que aún no existe.
Las sierras, 12 de agosto El cuerpo dormido en silencio tiembla ¿qué produce sus espasmos? toda la oscuridad lo trasciende convirtiéndolo en un temblor secreto oculto y desmedido el aire que transpira este cuerpo lo molerá a besos luego cuando el día lo apague surgirá un nuevo rostro invencible y delator ¿qué habita en el cuerpo que vibra? mi palabra tiembla al unísono de este cuerpo.
Las flores agitan la cabeza, más allá de la ventana, veo pájaros silvestres; e impulsos más silvestres que el más silvestre de los pájaros nacen en mi silvestre corazón. Mis ojos lanzan selváticas miradas y mantengo los labios prietamente cerrados. El pájaro vuela. la flor baila. Pero oigo siempre el sordo sonido de las olas. y la bestia encadenada patea en la playa. Patea y patea. "Las olas" de Virginia Woolf.

Córdoba se desmigaja

Las sierras, 12 de agosto de 2008. El invierno propicia una lectura distinta de los libros, de los rostros, de los días y los objetos que se emancipan en recuerdos y en gestos inalcanzables. Leer al lado de la estufa desata en el cuerpo unas ganas llenas de devorar libros. Todo pasa por contemplar aquello que nos rodea y hacerlo cuerpo. La lectura debe invitarnos a desplegar nuestra palabra en voz alta. La palabra debe latir; debe desplegarse sobre el papel. El cuerpo virgen y vacío espera con ansías de que alguien lo reescriba.

Infancia

Me sumerjo y chapoteo en las destellantes aguas de la infancia. Tiembla el sutil velo que la cubre. Pero la bestia encadenada patea y patea en la playa. Virginia Woolf. "Las Olas"

La noche es un cuerpo

la noche ese cuerpo oscuro ha arrimado su boca a esta otra geografía ha colocado su vértice mirando al sur y mi palabra contenida y sola apenas respira. la noche ese cántaro oscuro ha atravesado mi bosque mi cópula sedienta mi verbo marítimo mi opulento miedo al abandono y ha hecho un sinfin de palabras toda mi noche está construida por las voces más duras más repletas de osadía más infames de este mundo su cuerpo reposa como una flor en la mano de su amante a diario lo reviso lo toco lo acaricio intentando aprender su gran rostro la noche ese cuerpo incendiado se ha revelado contra de mí ha escrito sobre mi rostro la palabra más oscura.

Incendios

prender fuegos no significa encender una mecha y dejarla volar un incendio crece en el interior del cuerpo y al mirarse al espejo y reconocerse se apaga de tanto ardor un incendio se proyecta sólo en el cuerpo deseado.

Sequía

Para no estar en sequía hundo el cuerpo sobre el agua lo dejo reposar tranquilamente de a ratos lo sacudo para explorar sus cuencos para escuchar sus latidos bajo del agua Para no poseer tanta sequía humedezco mi palabra la escucho respirar silentamente mientras la cáscara del antiguo miedo va tornándose más luminosa más afable ante mis ojos El río del cuerpo va hacia un abismo el cauce es un camino polvoriento por donde me es difícil transitar. La sequía de mi boca escribe y espera. La humedad sólo es corporal

Viaje

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Mañana viernes por la madrugada parto para Argentina. No sé si podré mantener este blog tan asiduamente como quisiera, por lo tanto dejo este mensaje a todos los que suelen dejar dejar comentarios o simplemente pasan y leen un ratito. A todos ellos les digo: ¡nos vemos a la vuelta! Un fuerte abrazo a todos.

Mi voz

el lenguaje te nacía de las manos de color verde oscuro una raíz que nunca aprendí pero siempre la sostuve en la boca como una manera de ofrenda que me dabas en tu cuerpo encontré todas las palabras perdidas

Miyó Vestrini

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TÉ DE MANZANILLA Mi amigo, el chino, escribió una vez sobre cómo se sientan y caminan las mujeres después de hacer el amor. No llegamos a discutir el punto porque murió como un gafo, víctima de un ataque cardíaco curado con té de manzanilla. De haberlo hecho, le habría dicho que lo único bueno de hacer el amor son los hombres que eyaculan sin rencores sin temores. Y que después de hacerlo, nadie tiene ganas de sentarse o de caminar. Le puse su nombre a una vieja palmera africana sembrada junto a la piscina de mi apartamento. Cada vez que me tomo un trago, y lo saludo, echa una terrible sacudida de hojas, señal de que está enfurecido. Me dijo una vez: La vida de uno es una inmensa alegría o una inmensa arrechera. Soy fiel a los sueños de mi infancia. Creo en lo que hago, en lo que hacen mis amigos, y en lo que hace toda la gente que se parece a uno. A veces nos quedamos solos hasta muy tarde, hablando de los gusanos que lo acosan y del terrible calor que le entra todos los días en e
mi palabra posee una vestidura iluminada por los dioses

Aquellos mañaneros...

i Prometeme que nunca más dejarás que este cuerpo flote silenciosamente por los ríos de otras ciudades ii El silencio siempre surge en un hermoso balbuceo La palabra, de un grito agudo.

El viaje de la Oruga por Caracas.

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una mujer que tiene miedo salta la cerca de su cuerpo se aventura hacia el más allá hacia lo innoto para poder enfrentar las cosas a las que le teme

Pliegues -Despliegues

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http://plieguesdespliegues.blogspot.com/ Gente, se larga nomás el viaje de los hojitas, pliegues, o como quieran llamarlo. En esa dirección podés leer más sobre el tema, y si te interesa participar, allí aparece el mail donde podés contactar a Romi y a Gaby. Despliegue en Argentina, España y Venezuela.
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balbuceo el amor la muerte y la palabra me quedo tiesa esperando el mejor momento del diluvio el tiempo de las palabras húmedas cayendo como tibia lluvia veraniega pero el balbucear no me aproxima al lenguaje sino a un silencio comedido a los instantes en que la mudez me rapta balbuceo el miedo pero nunca lo pronuncio sólo surgen sonidos rastros de porvenir anhelados pero la virtuosa palabra queda dentro callada y dolorosa raspando las paredes de este cuerpo balbuceo el amor y el deseo por medio de un cuerpo mudo las palabras se arrojan al otro y desafiantes aproximan sus bocas en el corazón del amado y muy en silencio y al oído se atreven a pronunciar el deseo más hermoso

Yolanda Pantin

Vitral de mujer sola Se sabe de una mujer que está sola porque camina como una mujer que está sola Se sabe que no espera a nadie porque camina como una mujer que no espera a nadie Esto es se mueve irregularmente y de vez en cuando se mira los zapatos Se sabe de las mujeres que están solas cuando tocan un botón por largo tiempo Las mujeres solas no inspiran piedad ni dan miedo si alguien se cruza con ellas en mitad de la vereda se aparta por miedo a ser contagiado Las mujeres solas miran el paisaje y se diría que son amantes de las aceras/ de los entresuelos/ de las alcantarillas/ del subsuelo de los subterfugios Las mujeres solas están sobre la tierra al igual que sobre los árboles les da igual porque para ellas es lo mismo Las mujeres solas recitan parlamentos estoy sola y esto quiere decir que está con ella para no decir que está con nadie tanto se considera una mujer sola Las mujeres solas hacen el amor amorosamente algo les duele y luego todo es más bien triste o colérico o simple
mi miedo es tener el deseo en la boca y nunca pronunciarlo
Mi cuerpo se parece al cuerpo de un ave. El pájaro que guardo dentro cava en mi garganta una multitud de verbos. Sacrifica mi abdomen triturando los bordes profundos. Mi boca no puede soltar el miedo. Crepito debajo de la noche. Quien escribe ha palpado la enfermedad más espantosa: el miedo al abandono

La conversación

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es "yo te deseo", y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación. Roland Barthes "Fragmentos de un discurso amoroso"
mi boca ha soltado sus pájaros y yo he escapado en busca de mi voz
un fragmento oscuro escribo a diario una búsqueda urgente y dolorosa me recorre viajo a través del cuerpo hacia un río plagado de palabras voy ciega e imprecisa por un camino polvoriento mis vestiduras apenas me sostienen me circundan a diario sombras y delirios

Cuestionamiento

¿Cómo le borro a mi nombre la cualidad de ser intangible?
poseo una palabra frondosa depositada en mi vientre una palabra que se parece a tu boca ella ha tardado tanto en aprender a hablar que sus palabras surgen descorchadas y solas ahora tendré que sembrar nuevas raíces
lloro todos los mares del mundo mi casa navega hacia tierras lejanas mis libros ruedan a manos ajenas a este cuerpo le sucederá tal vez otro y así sucesivamente mi llanto es un barco que viaja liviano no sé para dónde se dirige tiene el rostro griste las manos solas y desesperadas temen abrazar las tempestades este llanto es un viajero cansado que carga valijas de olvido su cuerpo roído por el tiempo pareciera volarse perderse en el infinito lloro el llanto más importante aquél que marcará mi suerte mis manos contienen una amargura irremediable mi poesía crece entre mis ojos ¿dónde coloco tantas palabras fútiles? mi ropa je renacerá fuerte y el barco me dejará justo frente al olvido

Alborada

i qué habrá sido del hombre que me mordió la boca hasta sangrarme ii no sé mi nombre de memoria porque siempre me olvido aquél que tiene olor a infancia iii soy una mujer dolida sin nombre me contemplo ante el espejo y ambos nos descubrimos huérfanos iv he caminado por los jardines más esplendorosos pero nunca como esa mañana en que vos y yo conocimos la ternura. v te vi y algo en mí te pronunció bajito vi tu nombre me recorre el cuerpo tu cuerpo me recorre el nombre vii mi palabra es un gran árbol que echó raíces en tu nombre

Una mujer que mira el sur

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una mujer que mira al sur posee una tristeza en el rostro en miniatura toda ella es una figura raída imposible de precisar nadie sabe qué le duele pero su figura parece dormir un largo sueño una mujer que mira al sur camina hacia un puerto invisible y errante levanta la mano como quien saluda a alguien que se va sola navega las calles con una soledad insufrible una mujer que mira al sur tiene ganas de partir siempre
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i mi casa tiene un jardín donde una mujer dolida espera sentada el diluvio la lluvia de su cuerpo comienza a pronunciarse en sus tímidos pechos que como tiernas cerezas miran al firmamento esta misma mujer se coloca en posición de torrente y espera impaciente el milagro quiere quedarse allí hasta que el cielo se canse de tanto llorar necesita quedarse allí hasta que su cuerpo seco absorba cada gota derramada mi jardín de repente es un mar un mar con olas incandescentes mis ojos inevitablemente quieren quedarse anclados en estas aguas ii qué hace una mujer que tiene un vientre lleno de miedo y una voz acatarrada que le imposibilita el decir… qué hace una mujer que tiene un cuerpo hermoso pero no se anima a mirarse al espejo por miedo a descubrirse… enmudece
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estoy cansada tiro mi cuerpo lejos de esta mirada y contengo los brazos en el aire para que floten y duerman allí como si fuesen pájaros de tinta pero no son pájaros ni tinta ni cicatrices son manos que intentan aferrarse a algún árbol de cuerpo enorme estoy cansada arrojo nuevamente este cuerpo al aire alguien lo toma con sus manos y lo pronuncia en voz alta mi cuerpo se encarama al lado suyo y juega a la muerte del miedo
esta mano escribiente este trozo de carne tan propio tan querido rompe con mis estructuras me desarma ella la hermosa anunciadora me abarca la palabra nombra aquél gesto aún no dicho siempre se duerme con una nostalgia en sus ojos derrochada
escribo con la espalda recta y con los ojos hundidos en el rostro blanco el papel yace en la mesa como aturdido esperando mi señal para empaparse es así como me reclino ante su boca lo rozo tentadoramente le digo cosas al oído y su ropaje parece encenderse de miedo escribo como si el papel fuese un cuerpo durmiente y mi labor fuese despertarlo de un gran sueño para lograr abrir el manto que lo cubre y por fin darle un nombre
indiscutiblemente tengo miedo de lo que la palabra me obligue a pronunciar o a callar

¿Cómo leer poesía?

No hay receta posible. Cada lector es un mundo, cada lectura diferente. Nuevas aguas corren tras las aguas, dijo Heráclito; nadie embarca dos veces en el mismo río. Pero leer es otra forma de embarcarse: lo que pasa y corre es nuestra vida, sobre un texto inmóvil. El pasajero que desembarca es otro: ya no vuelve a leer con los mismos ojos. La estadística, el psicoanálisis, la historia, la sociología, el estructuralismo, la glosa, la exégesis, la documentación, el estudio de fuentes, de variantes, de influencias, el humor, el marxismo, la teología, la lingüística, la descripción, la traducción, todo puede servir para enriquecer la lectura. Un poema se deja leer de muchos modos (aunque no de cualquier modo: el texto condiciona las lecturas que admite).Y cada modo ayuda a ver esto o aquello que pone de relieve. Pero una vez que el método se convierte en receta (estadística, sociológica, psicoanalítica, semiótica, desconstructiva), restringe la lectura. Leer de muchos modos (con lo
yo navego en la noche turbia en los barcos cargados de tristeza que vienen desde el ancho mar de mi locura allí me gustaría anclarme en esas aguas en donde el cuerpo brillará hasta volverse más hermoso
yo no quiero más que un nombre para este miedo porque es un pobre ser sin cuerpo definido no tiene un habla para conjurar a los dioses no tiene manos para escribirse no tiene ojos para mirarme y enfrentarnos porque si mi miedo tuviese un nombre podría llamarlo para que por fin venga y nos podamos sentar frente a frente a perdonarnos

Más allá del silencio

1 es el mismo silencio que te habita quien deposita en mi lengua esta mudez indescriptible 2 hacer hablar a la palabra sería la audacia más hermosa

Deshilvanando el silencio

tu silencio rueda vocalmente debajo de este cuello se desarma para hablarte pero cuánto le cuesta a este chorro de luz a este trozo de palabra muerta a este cuerpo tan solo que cruje entre tus manos pronunciarte cuánto cruje el silencio entre tus dedos cuánto de esencia contiene su mudez cuánto de lengua acatarrada su palabra tu silencio se parece tanto a este cuerpo se asemeja al borde que me duele como si lo fuera

Como culebras

Dormimos como culebras Anais Nin nuestra piel es un fósforo ardiendo una paz imaginaria un holocausto de fin de siglo corriendo por estas venas tomamos el libro de la muerte e imaginamos los cambios del rostro al mirarnos en el incestuoso espejo luego nos dormimos como culebras para esperar que llegue la mañana a mojarnos la piel desecha. en su remoto agujero el demonio más cruel nos hierve vivos las manos se vuelven hurañas y nos revolcamos como simios hasta que el sol nos devuelva a nuestro origen 24 de septiembre de 2005
uno forja caminos con la esperanza de volver al origen de sentir una vez el amor de madre o padre pero los años suceden y la nostalgia sigue intacta y nada acontece nadie llama a nuestra puerta entonces nos devolvemos a la noche eternamente solos
yo sé que llorar sólo apacigua un tercio de todo el dolor ahogado aquí, nacido acá, en este recio cuerpo pero no dejo de aspirar a que un día un gran llanto precipitado sepa traducir, comulgar y redimir el gran laberinto que me niebla

Lluvias

i el diluvio que lloré el sábado hoy es una simple cáscara que se me amolda a mi garganta casi consolándome ii el llanto sólo me ha sostenido sin embargo no alcanza para evitar el miedo la escritura mucho menos
ojalá pudiese escribir todo lo terrible en esta noche maldita para desahuciarme de todo lo que gobierna este cuerpo y así quedarme vacía por primera vez en la vida pero no la alcoba va engrandeciéndose lentamente y yo me incorporo en mi cama en espera de que el nuevo día decante mi vida ojalá pudiese levantarme un día sin estas ojeras sin estas marcas de mujer necesitada sin estos signos de un lamentable orgullo y sostenga en mis manos una vida
tanto miedo tengo al desengaño que tejo de forma invisible cada sonido en mi garganta por miedo a que mañana la palabra no sea más que polvo

xiii

Hace meses que no escribo. Hace meses que no escribo algo verdaderamente grande. Por eso este silencio, este encerrarme en mí misma, este enfrentarme al espejo para reencontrar a la mujer que observa, este juego de silencios y de muertes, por eso este miedo a pronunciar los sonidos. Porque todos ellos me remiten a otras instancias, a otros estados de crisis inabarcables en un papel, en un cuerpo, en una mano escribiente que duda ante la palabra amor o desamor. Hace meses que no lloro con ganas. Hace meses que el cuarto huele a mar, a un mar inconsolablemente bello. Quisiera que el agua permanezca allí siempre, para intentar que la sequía desaparezca de mi vida. Quiero humedad en las palabras, quiero empaparme de las imágenes que me mueven, aquellas que me conmueven

Fotitos Gran Sabana

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xii

Tengo una sequía que para qué contarla. Mejor hago silencio. Estoy segura que la palabra comenzará a oírse como un gran tambor dentro del cuerpo. Cuando quiera hablar, no resistirá la tentación al murmullo.
el agua sola quieta desliza su mano en mi vértice me tienta al arrojo y a jugar a la muerte de la ahogada

Dos poemas al aire

i no temo pronunciarme porque la palabra es solsticio allí está la salvación a la muerte ii para que el hilo vocálico nunca se pierda dejo esta puerta a medio abrir para que esta mano escribiente luche maniobre con las coordenadas del verbo
el objeto deseable se esconde en la boca ajena sabe desdoblarse en aire en humo en cenizas de palabras que nadie dice para alcanzarlo sólo basta tomarlo con estos dedos de pájaro pero la errante palabra teme y se silencia en un cuarto oscuro mi boca es una sequía impronunciable
i no era su rostro ni su figura era la voz de la palabra recordándome que la viera ii de qué sirve el cuerpo fingido si el rostro es la parábola del ser cuando me nombras

Haruki Murakami

Por Juana Libedinsky Para LA NACION - Waikiki, 2007 Son las cuatro y media de la mañana en la célebre Waikiki Beach, pero en el mar ya hay centenares de surfers esperando las olas perfectas que trae el amanecer. En tierra, sin embargo, en todo el hotel Halekulani, uno de los más tradicionales y glamorosos que dan a la emblemática playa de Hawai, hay una sola luz prendida: la de la habitación de Haruki Murakami que, como todas las mañanas, se levantó antes del alba para ponerse a trabajar. Murakami, uno de los escritores japoneses más importantes e internacionalmente aclamados de la actualidad, autor de best sellers como Kafka en la orilla (2002), After Dark (2004), Underground (1997), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994) y Tokio Blues (1987) entre otros, luego saldrá a correr y nadar ("Hawai es el paraíso para quienes somos triatlonistas", aclarará horas más tarde a LA NACION); almorzará, dormirá la siesta, escuchará jazz, traducirá clásicos contempo