De repente el ojo queda detenido en un
objeto, digamos un pájaro que está tendido en una rama oscura; él está allí,
silencioso, mientras mis ojos lo miran. Lo recorren. Piensan en la forma en que
se transforma el espacio con un simple parpadeo. Por ejemplo, si de pronto el
pájaro alzara el vuelo y se perdiese en la inmensidad, detrás de todo eso, qué
habría detrás de todo ese vacío que representó la huida de esa ave. ¿Mis manos
escribiendo y temblando mientras escriben, qué exactamente? Ese paisaje, ese en
el que los dedos teclean apresuradamente para no perder la imagen, también se
diluye, se transforma, acontece, acaba. Y el vacío. Aunque no haya un pájaro
tendido en el fondo del patio, en la rama oscura, latiendo, viviendo.
Alborada
i qué habrá sido del hombre que me mordió la boca hasta sangrarme ii no sé mi nombre de memoria porque siempre me olvido aquél que tiene olor a infancia iii soy una mujer dolida sin nombre me contemplo ante el espejo y ambos nos descubrimos huérfanos iv he caminado por los jardines más esplendorosos pero nunca como esa mañana en que vos y yo conocimos la ternura. v te vi y algo en mí te pronunció bajito vi tu nombre me recorre el cuerpo tu cuerpo me recorre el nombre vii mi palabra es un gran árbol que echó raíces en tu nombre
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