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No puedo enumerar todas las formas de dolor con las que lidié. Dolores estomacales muy agudos que subían lentamente por el cuerpo hasta explotar en la sangre el factor augurios; dolores del tipo abdominal que arañaban los músculos, para liberarse de la cárcel corporal; dolores llenos de fiebre, encanto y misterio que mordían mi boca con la intención de herirme y dejarme tendida en una cama húmeda. Finalmente tuve los peores dolores: los dolores por no poder hablar. Creo que ese dolor aún lo llevo conmigo, agazapado en la espalda y en la boca.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola!!
pasaba a decirte que no me olvidé del juego pendiente de palabras, pero que todavía no lo pude hacer. Cuando lo haga, te aviso.
Un beso.
GEORGIA ha dicho que…
que dolor

un abrazo
Jairo Rojas Rojas ha dicho que…
No todo el tiempo el silencio duele, pero cuando lo hace es agudo. El no poder comunicarse es la cúspide de ese dolor.
Mauricio Rey ha dicho que…
Bellísimo,cruel,sincero.El no poder decir palabra es horrible Veronica,el poder volcar eso en un texto es buenísimo,es un lenguaje,una virtud eh.Un beso.

Mauric10
Cris Cam ha dicho que…
Adonde voy


Adonde voy las llagas
se multiplican,
se infectan,
se laceran.
No he de esperar consuelo, lástima,
estima.
Pero sabré,
al fin,
quien soy y donde estoy.
Y podré golpear sin culpa.

Adonde voy,
la oscuridad
se enseñorea,
se multiplica,
se agiganta.
No he de esperar,
luz,
respiro,
alivio.
Pero sé que,
aunque la espalda se me quiebre,
buscaré un camino de luz a destajo.

Adonde voy,
las llamas,
te rodean,
te lastiman,
te inquinan.
Pero sabré,
por axioma,
no existe la justicia.
Y me acomodaré
a sabiendas
en la mentira.

A donde voy,
el hacinamiento;
tiranos y ladrones,
putas y malcogidas,
retóricas y sermones,
espadas y tributos.
Pero patearé a los unos.
Y me frotaré en las otras.

Me hartaré de gozo en sus súplicas,
orinaré el agua de su sed,
golpearé sus úlceras con mis úlceras,
defecaré el pan de su hambre,
escupiré sus caras con mis miasmas.

Porque me robaron
y me mintieron;
me aislaron
y me ejecutaron,
me negaron el pan
y el sexo.
Hicieron noche de mi luz.
Porque convirtieron
en infierno mi cielo


2000



Pd: El poema es algo mas viejo, sólo en ese entonces, paradojicamente cuando por fin alcance la calma, pude escribir algo de aquel pasado.
Fue el fin de la catársis (y de los lamentos) para, de una vez por todas, comenzar a escribir poemas.

Y, entonces el comentario crítico, comencé a alienar aquellas experiencias para convertirlas en reflexiones en mis cuentos y novelas.

Quiero decir, esta serie que estás incluyendo no me parecen simples secuencias sino, retomando la clasificación de Bajtin, partes de un discurso mayor.
Creo que en alguna parte te está naciendo la novela.
Y es allí donde encuentro la diferencia entre mis grandes amigas-colegas (a quienes nombro sólo para ejemplificar), mientras que Cristina y Carina entraman sus texturas en relatos cortos o poemas, Damaris, Cecilia y vos, pareciera que parten de una estructura previa (Pizarnik, Cortázar, etc., quizá una escuela necesaria) para luego lanzarse de lleno, con todas las herramientas pulidas, a la complejidad de su propio mundo-relato.



Basta de cháchara que van a dejar sin el puré.
Verónica Cento ha dicho que…
El otro día me acordé del juego y me metí a tu blog a ver si lo habías posteado. Chistá acá o por vías de humo. Besotes.
Verónica Cento ha dicho que…
Gracias Georgia.

otro abrazo
Verónica Cento ha dicho que…
Jairo:

Te agradezco tu comentario. Creo que sí, el no poder comunicar es algo verdaderamente doloroso. Sin embargo también está eso de no comunicarlo mal a aquello que uno quiere expresar. Tal vez eso genere otros dolores infalibles que uno ni se imagine. Gracias.
Verónica Cento ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
La Gata Insomne ha dicho que…
yo también estoy adolorida...

me encanta tu formato nuevo del blog, el encabezado es hermoso

un beso
Verónica Cento ha dicho que…
Gracias Gatita!!!

Viste? de vez en cuando necesito renovación jijijiji besos
Verónica Cento ha dicho que…
Gracias Mauricio. Ese es el dolor más agudo de mi alma. Saludos.

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