Un domingo enrevesado. Desayuno en la cama, mientras miro una peli cursi que disfruto. Me anima a comenzar el día. Café muy caliente que cae en el edredón: mi cama es un paraíso de cafeina. Menos mal que no tocó a Clarice y su Agua Viva. Agradezco esta sensación de pequeña plenitud, a pesar de que los últimos días fueron tan oscuros y tristes. A veces un instante a solas puede iluminar más que una vida entera. Quererme sin preguntas ni respuestas. Descansar la cabeza en la almohada y organizar los poemarios viejos, sucios y anónimos. También todo eso es mío. Ahora a darle forma para lanzarlo al vacío del mundo. Un domingo que atraviesa una línea sombría: mi rostro aún sin lavar, ojeras y lagañas visibles al mundo. El pelo enmarañado, la cama y el desorden del siglo. Hoy es domingo y hay que disfrutarlo.
Alborada
i qué habrá sido del hombre que me mordió la boca hasta sangrarme ii no sé mi nombre de memoria porque siempre me olvido aquél que tiene olor a infancia iii soy una mujer dolida sin nombre me contemplo ante el espejo y ambos nos descubrimos huérfanos iv he caminado por los jardines más esplendorosos pero nunca como esa mañana en que vos y yo conocimos la ternura. v te vi y algo en mí te pronunció bajito vi tu nombre me recorre el cuerpo tu cuerpo me recorre el nombre vii mi palabra es un gran árbol que echó raíces en tu nombre
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