Llueve que llueve

Llueve que llueve pero no poesía, no cuerpo incendiado; sólo un pequeño diluvio que parte mis dedos; que recorre por las palmas de las manos, delicadamente, como besando el deseo de que la lengua consiga morder aquello que aún no está. Eso que podría surgir si el miedo no se detuviese de forma constante en medio de la boca. Plumífera boca que anuncia soledad, del cuerpo, de las manos, que
reducidas al miedo, muestran la ferocidad del vientre. De tener las palabras justas tal vez escribiría el miedo. La poesía no se me da. Desde hace tiempo que no se detiene en esta estación. Llueve que llueve pero no en esta casa. La sequía del cuerpo también contamina la voz. No pronuncio más que el nombre al hablar. Hablo como en murmullos porque de humedad carezco. Mi nombre es por hoy lo único verdadero. En el fondo quiero decir que creo más en lo que soy que en todo aquello que me es externo.
Llueve que llueve pero no poesía. Llueve miedo, cansancio, palabras que hablan de aquello que me he aprendido a costa de mucha memoria. Llueve pánico escénico, miedo al hablar y perder la voz en la acción de explicar mi propia escritura. Llueve tanto miedo que la voz se muere antes de encenderse. Ella alguna vez brilló acaudalada en mi garganta. Recuerdo que me dormía temblorosa y despertaba en sueños sólo para escribir. Ninguna palabra se perdió. Cada una se mantuvo resguardada. Esos eran tiempos donde la lluvia traía tanto pero tanto, que bailaba desnuda a la luz de las velas, para mirar de frente, si acaso había, el otro rostro; ese que también era mío y al cual adoraba. Esa era otra. Quizás más galopante al escribir, seguramente con menos temblores entre sus dedos, nada de miedos al pronunciarse. Repito: llueve que llueve en el cuerpo, algo más delgado por ahora, algo más resuelto si acaso alguien lo notase, no importa, ya no importa más que aquello que aún no está, que de seguro no saldrá a la luz por ahora, no porque no quiera, sino porque simplemente no puede surgir algo que el propio cuerpo ha decidido silenciar. La deseada palabra presa entre líneas.Y pensar que hoy llovió dentro de mí un diluvio que no sé dónde dormía. De seguro se mantuvo latiendo, en espera de que algún día, bajara las amarras del lenguaje. Hoy por fin padezco de un dolor hincándome el pecho. Horadándome.

Comentarios

Javier F. Noya ha dicho que…
Angustia que le dicen, bellamente descrita. Y aun así, le diría que lo menos real que tenemos es el nombre, y nuestra escritura es la muestra de la desesperación, entendida a lo Schopenhauer. Besos, le dejo un toallón para secarse.
Verónica Cento ha dicho que…
Desesperación. Esa podría ser tal vez la palabra adecuada para describir mi estado mental actualmente. Precario, desesperado y por qué no, algo desesperanzado. Y con sequía. Terrible.

Gracias por tus palabras, Javier.
Abrazo!

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