Me escribo a mí misma: ardes en la punta de la lengua y sin embargo me cuesta encender la mecha en mis manos. Muerdo la almohada de furia y corro monte adentro. Atrás, mis perros mueren de frío y de tristeza, mientras el cuerpo se mece al compás de la hierba que crece a destajo y, perdida en la oscuridad, recuerdo el viaje. Sobre mi cabeza noche cerrada. Nadie descansa sobre la soledad de la estepa. El camino a casa se extiende llano y extenso, y mis ojos apenas distinguen mi propia sombra. Camino hacia el sonido del agua, corriendo tras las piedras. Ser audaz, es tropezar con las piedras de este río y no caer. El murmullo del viento seca mi garganta, y la boca grita:


¿Quién dijo miedo?

Comentarios

Luis ha dicho que…
Hermoso blog, Veronique.
Te invito al mío
www.suspendelviaje.blogspot.com
L.
Verónica Cento ha dicho que…
Gracias Luis, pasaré por el tuyo.

Saludos.

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