Hace meses que no recuerdo lo que sueño. Mis noches se han vuelto pesadas piedras que caen sobre mi cabeza. Rompen, como olas, sobre mi sien; y despierto con un gemido de tigre en mi garganta. Valiente el animal que con sus garras se ahonda en el vacío, y me desgarra. Tajo limpio, y mi cuerpo, abierto como fruta, resplandece. ¿Quién se atrevería a buscar con sus manos la dulzura? Fragmento del poemario inédito "Selva roja".
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Me escribo a mí misma: ardes en la punta de la lengua y sin embargo me cuesta encender la mecha en mis manos. Muerdo la almohada de furia y corro monte adentro. Atrás, mis perros mueren de frío y de tristeza, mientras el cuerpo se mece al compás de la hierba que crece a destajo y, perdida en la oscuridad, recuerdo el viaje. Sobre mi cabeza noche cerrada. Nadie descansa sobre la soledad de la estepa. El camino a casa se extiende llano y extenso, y mis ojos apenas distinguen mi propia sombra. Camino hacia el sonido del agua, corriendo tras las piedras. Ser audaz, es tropezar con las piedras de este río y no caer. El murmullo del viento seca mi garganta, y la boca grita: ¿Quién dijo miedo?