no había lámparas en el camino de ida
tampoco en el de regreso
nunca hubo ni un triste faro
que alumbrara el rastro
tampoco que indicara
dónde pisar con firmeza
y dónde detenerme
en plena oscuridad
allí
allí justamente hizo falta una lámpara
allídonde el cuerpo terco dio su primer zancada
preso del delirio
muerto de miedo
por esa humedad
cercanay distante
necesité un cántaro de luz
para alzar mis manos entre las sombras
y que todo tenga sentido
una vez más
en el centro de este mundo

no hubo lámparas para descansar los ojos
en plena noche de luna
no hubo tiempo de dormir el cuerpo
para que constatara que todo estaba allí
y que por miedo del tacto
podría avanzar sin perderse
pero los dedos manosearon la sombra
tantearon con el velo entre las uñas
y fingieron reconocer que distinguían
el instante exacto
donde una luz interminable
recorre raudamente la oscuridad
sin embargo todo fue más negro
cuanto más demoraban mis manos
más noche caía
y me abrazaba
y yo convencida
de que eso no era la muerte
de que una lámpara encendería la noche
e iluminaría este sendero nocturno
juro que mi cuerpo
vio más allá
mucho más allá de la luz y la oscuridad
y donde termina la exactitud del ojo
un mar interminable
se abrió paso
convencido de que mis piernas
comenzarían a entender
que todo está en el ritmo
de cómo los pies se mueven en lo profundo
de cómo el agua entra por mis poros
de cómo la muerte no es más que un quiebre
y un sanseacabó

hoy es un sábado cualquiera y escribo
son las 10:16am
las palmas de mis manos hacen ruido
de manera incansable
sobre el papel tieso
buscan desesperadas
un sostén
una lámpara que les abra el camino
y les diga:
allí hay que cavar




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