Llueve que llueve pero no poesía, no cuerpo incendiado; sólo un pequeño diluvio que parte mis dedos; que recorre por las palmas de las manos, delicadamente, como besando el deseo de que la lengua consiga morder aquello que aún no está. Eso que podría surgir si el miedo no se detuviese de forma constante en medio de la boca. Plumífera boca que anuncia soledad, del cuerpo, de las manos, que reducidas al miedo, muestran la ferocidad del vientre. De tener las palabras justas tal vez escribiría el miedo. La poesía no se me da. Desde hace tiempo que no se detiene en esta estación. Llueve que llueve pero no en esta casa. La sequía del cuerpo también contamina la voz. No pronuncio más que el nombre al hablar. Hablo como en murmullos porque de humedad carezco. Mi nombre es por hoy lo único verdadero. En el fondo quiero decir que creo más en lo que soy que en todo aquello que me es externo. Llueve que llueve pero no poesía. Llueve miedo, cansancio, palabras que hablan de aquello que me he aprend...