Mi rostro frente al lavabo. Miro como el agua surge del grifo. El pensamiento ronda por cualquier parte. Recuerda el aroma del campo, y ese olor a césped sobre el cuerpo húmedo. Mi mente no quiere volver a la ciudad y sigue aún admirando ese paisaje que no hace más de una semana miraban estos ojos. De la calle surge ese olor matinal que anuncia que es hora de partir; pero hoy algo ha cambiado. Observo las ojeras en el vidrio. Habitualmente estas sombras me hastían, esas delgadas líneas que cruzan este rostro cual si fuesen dagas que cruzan mi destino. Pero hoy me digo que ellas están ahí porque yo misma las conduje hasta esta piel. Tomo el jabón con mis manos, lo froto delicadamente entre mis dedos, observo cómo surge la espuma y es una sensación exquisita. Luego la coloco en mi rostro y éste se torna terso luego de la limpieza. Me observo nuevamente en el vidrio opaco y me digo: ¿Qué soy? Inmediatamente una vocecita responde por mí: “Un espejo”. ¿Soy un espejo?, me pregunto. Sonrío ...