Pero todo eso está ya absorbido. Lo tienes perfectamente integrado y sabes que es tuyo, que te pertenece. Como la palabra que, mejor o peor dicha o escrita, ahora nos acerca...
Dos besos, Escribiente: Uno para ti y otro para la encantadora niña que fuiste... (y aún eres).
Qué lindo eso que decís, Anonimaux. Tus palabras me hicieron recordar otras cosas. Quizás, en mi caso, sucedió al revés: primero conocí el silencio, y de ahí mi introspección; luego vino el torrente, las palabras vinieron como mares, y ya nunca dejaron de existir en mí.
Sí, Dedalus. Uno aprende a convivir con ciertos dolores. Agradezco siempre haber podido la poesía; y aún mejor, agradezco que por la poesía, descubrí aspectos de mí que no conocía.
Saludos, y gracias.
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Dejar que el barco se pierda en el mar. No salvar la vela rota. No darle sutura. Ver, lentamente, cómo las últimas partes se hunden en la más oscura noche. Pasar las manos, a modo de caricia, sobre el cuerpo yerto y húmedo. Desprender. Degollar. Hacer dormir un barco en la más terrible oscuridad y sentir paz.
No tengo dónde sostener la casa. Toda tierra es deleznable, toda tierra se derrumba. Pienso una casa en el aire, una morada abierta por donde transite el viento. En sus grandes agujeros anidarán las palomas. Mi madre llenará los vacíos dejando caer semillas desde su delantal ligero. Habrá latidos de perros y llegarán las tinieblas mucho después que el silencio. En el umbral de la puerta, mi madre vestida de blanco, recibirá el mensajero. Todo se copia a sí mismo. Todo se refleja en un espacio perdido. El pájaro copia otro pájaro. La vida copia otra vida. Quiero mirar el pájaro caído desde lo alto, mirar comienzos de vuelo, alas en ejercicio y aquel aire que se copia de otros aires más ligeros. Voy contando los comienzos. En el sitio más fecundo mi madre se echó a dormir. El hambre me va acosando. Un hambre de cosas vivas. Mi madre inventa unos brazos que se alargan memorioso. Miro mi sitio vacío, clamo por el olvido. La claridad de mi madre comienza a copiar la sombra. Tengo un o...
La luz, que ingresa por la ventana, mueve el mundo didáctico y emotivo de mi hijo Tobías. Parlan las manos sobre el papel. Nada es tan importante como entender que los sonidos están quietos sobre el agua. Aunque una quiera moverla, alterarla, ella está silenciosa, como abstraída de su entorno. No sabe decirlas, pero intenta, suelta “lenguaradas”, transforma un perro en guau guau. La música de fondo larga destellos de felicidad, de armonía, como si la vida fuese ir de compras de la mano de alguien a quien uno ama.
Comentarios
realmente su sonido se envuelve
como tela de nube
ya el nombre te pertenece
Saludos y gracias por tu visita.
desde niño yo hablaba hasta por los codos, me hacian callar
y despues descubri el silencio
y ahi adentro del silencio, la palabra
se ve que la palabra anda metida en todos laos
q caos
salu!
Dos besos, Escribiente: Uno para ti y otro para la encantadora niña que fuiste... (y aún eres).
Como verás mudé valijas y libros hacia este nuevo hogar. No sé por qué pero me siento más a gusto que en el otro.
Un abrazo!
Tus palabras me hicieron recordar otras cosas.
Quizás, en mi caso, sucedió al revés: primero conocí el silencio, y de ahí mi introspección; luego vino el torrente, las palabras vinieron como mares, y ya nunca dejaron de existir en mí.
besos!
Agradezco siempre haber podido la poesía; y aún mejor, agradezco que por la poesía, descubrí aspectos de mí que no conocía.
Saludos, y gracias.