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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Insomne

i hay noches en que no duermo y el sueño se detiene junto a la puerta a contemplar mi tránsito del insomnio hacia el delirio escribo palabras que hablan el lenguaje muerto de la oscuridad el espejo refleja a esa otra que se pronuncia sólo en la vigilia tiene mi rostro pero no su voz suena como un eco en mi garganta como si la lengua me repitiese una y otra vez ii no escribo tengo miedo a ese silencio que sólo surge cuando el día desaparece y ahoga el ruido para que mi cuerpo se adentre a lo nocturno esta palabra tampoco duerme pero mi boca no la pronuncia no conoce el lenguaje del desvelo y este verbo enfermo no sabe decirse limpio no sabe hacer silencio sin rajar paredes con la intención de dejar marcas de miedo y de orfandad sin embargo las marcas no dicen nada son manotazos de palabras de boca partida de miedo y de llanto apagado por no poder pronunciar esa oscuridad o ésta que me pertenece iii el espejo es un pájaro oscuro que balbucea este rostro que lo muerde lo burla y lo oscure

Solo dos más.

i la palabra es una grieta que cruza este cuerpo como si un sonámbulo temblara en la noche no duele en la boca la hendidura existe en mí al pronunciarse la lengua lleva el tajo hiriente en su garganta lo pronuncia a diario como propio ii primero fue el verbo en el mundo y la palabra tronó en toda la tierra el cuerpo todo caminó por el paraíso buscándote luego vino el silencio y la imposibilidad de entender el lugar desde donde las palabras surgen como fieras primero fue el verbo en todo el mundo luego la palabra arrebató mi muerte

Otro de Villalba. Para vos, Romi.

La gaviota La precisión, la cadencia de fuego, la sobriedad con que se apuesta entre el sudor y el viento, el arenado refracta la luz que te revelaría inmóvil. Calzar a la medida el arma de tu cuerpo, el peso exacto del silencio, de la hora, detrás de la ventana. Podrías estar en un pueblo de México, Arizona, hay algo en este hotel donde ya no recordás qué viniste a olvidar. Ahora el viaje te persigue, cada mañana escapás de cada noche anterior. El temporal presagia un punto en que nada quede en pie. ¿Pero estarás aquí cuando limpien la playa de restos de tejados, pájaros y botes? Ya no se ven las casas pero están y las banderas de Texaco. Vendrán a buscarte. El bus te encuentra en cualquier sitio en que te hayas perdido, saben que no sabés dónde ir, como el mar impunemente deja a su lado lo que mata. Hazte hombre, decís a un mar atento a tu voz de alto. Masivamente pierde su eficacia, las guerras por millones, los accidentes de miles nos aburren. La sal opaca el vidrio, el fondo que

La pantera. Susana Villalba

Matar al animal requiere un animal sin sombra. Vas caminando por un monte o te parece, no sabés dónde estás; creés que lo sabías cuando llegaste. Ese negro bien puede ser una pantera o mujer, no te das cuenta. La mirada salvaje te gusta, no, te calienta. No, te mira como quien no comprende dónde está. Ya estás perdida, tendrías que llevarla a tu casa pero sabés cómo termina: un animal herido siempre ataca. Tendrías que matarla, ahora, antes de que sea tarde o por piedad. Pero esa mirada es una trampa, si es pantera sabe matar mejor que vos. Nadie sabe tu nombre aquí y ahora él o mujer te da la espalda. Pensás en un Remington liviano de distancia corta. Pero nadie escucharía, Red Hot los distrae, a vos también. Y no se mata por la espalda, lo viste en las películas o creés en eso. Matar es otra cosa. Ahora te mira y ya sabés, vas a llevarla a tu casa. Está tocado por la gracia, está a la vista o vos lo ves, no estás segura, o tiene algo que creés comprender. Y sin embargo sabés cómo ter
no hay tarea más absurda que combatir el temblor del pulso cuando la palabra surge de estas manos cual si fuese un río desbordante

Miedo de la liberación, de Clarice Lispector.

Imagen
Si me detengo demasiado mirando Paysage aux oiseaux jaunes (Paisaje de pájaros amarillos), de Klee, nunca más podré echarme atrás. Valor y cobardía son un juego que se juega a cada instante. Asusta la visión tal vez irremediable y que tal vez sea la de la libertad. El hábito que tenemos de mirar a través de las rejas de la prisión, la comodidad que trae aferrarse con las dos manos a las barras frías de hierro. La cobardía nos mata. Pues existen aquéllos para quienes la prisión es seguridad, las barras un apoyo para las manos. Entonces reconozco que conozco pocos hombres libres. Miro de nuevo el paysage y de nuevo reconozco que cobardía y libertad estuvieron en juego. La burguesía total se derrumba si se mira Paysage aux oiseaux jaunes. Mi valor, enteramente posible, me amedrenta. Comienzo incluso a creer que entre los locos hay quienes no lo están. Y que la posibilidad, la que verdaderamente es, no es para ser explicada a un burgués cuadrado. Y a medida que la persona quiera expli
Cuando las palabras no dicen nada luego del diluvio, uno se siente como varado en medio de una gran noche. Ya no quedan fuerzas para sostener el barco, y sólo resta escribir acerca del naufragio. ¿Pero qué escribir exactamente? Las velas izadas ya no hacen formas lúcidas en esta lengua, sólo sobrevuelan como tristes pájaros en un cielo perdido. Mi mano arriesga sólo a escribir las formas más indefensas. Mientras tanto mi cuerpo se hace fuerte para enfrentar a lo otro que se avecina. La puerta de entrada está cerrada, sin embargo se abre como si fuese el mismo cuerpo entreabierto que yo ahora toco. Lo descifro a partir de los signos insomnes que tiene la noche, mas nada queda por decir: la luz del día se precipita sobre mí y sólo quedan rastros de un mal sueño.