Los adioses
A veces he ido un poco más allá: he medido la oscuridad sin tiempo con la oscuridad de mi alma, hasta el último muro y hasta el último fondo, y han coincidido, y al fusionarse se ha producido algo que se parece a una chisma, a una revelación, a un reconocimiento instantáneo, muy fugaz, es cierto, pero que es como la promesa de un reencuentro y una unión perdurable con el modelo, invisible por ahora, en un lugar de donde vine y donde algún día haré pie y veré y sabré. Mientras tanto, mientras sondeo la oscuridad entre estas vislumbres de fulgores que me acercan desde la semejanza hasta la imagen, mantengo esta fe y esta esperanza. Aquí todo está hecho para soportar la luz por la sombra que arroja, y su presencia plena sólo se manifiesta en un relámpago, porque no es de este lado. Me aterra el solo pensamiento de intentar asir la iluminación o el conocimiento pleno arrojándome de un salto en una ilusoria claridad sin fondo. Es como pretender mirar de frente lo desconocido desde el centro de un diamante, o como estar prisionera, incrustada en un glaciar enceguecedor o, peor aún,como precipitarme en un resplandor insoportable, alucinante, por el que caigo y caigo hacia ninguna parte, sin ningún talismán, sin un hilo sagrado, sin una piedra de amor apretada en la mano. Contra la falsa luz que no permite ver elijo lo invisible. ¿Será porque también la luz es un abismo?
Olga Orozco
Fragmento incluido en su libro "También la luz es un abismo"
Comentarios
qué difícil, che
un saludo!