Atardece y salgo a la puerta de mi casa a encender las luces. Camino despacio, recortando la distancia que hay entre cada farol, y en un acto casi sagrado, doy luz a la posibilidad de esta noche. De fondo, un cielo rojísimo: tropel que arriba con toda su furia, pero nunca lastima. Estos caballos, mansos como el arroyo, se alimentan de la hierba de mi hogar. Forman parte de este paisaje. Aquí nadie te quita el aliento, salvo la noche. Por momentos, me parece poder oír el diálogo entre los árboles y el frío de esta noche. Escribo con frío, mientras mis manos deliran.
Comentarios
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El laburo y la facu no me dejaron tiempo ni de respirar, sumado a que soy un viejo de mierda quedé al borde del K.O.
Espero que hays podido sacar tu libro (entré como patada de burro y ya me voy) con el prólogo que corresponda...
Cuando me baje un poco la reg... digo, descanse, quizá pueda pegar unos pincelazos de brocha gorda en alguno de tus poemas (como siempre, como debe ser).
Te dejo un abrazo.
Te escribo un mail mejor detallándote algunas cosas sobre el libro y mi vida. Besos!