Gracias, Verónica. Por tu homenaje a Don Mario y su "No te salves" (esta versión con Miguel Ángel Solá es sencillamente hermosa). La poesía ha logrado salvarme (del abismo, de la nada) tantas veces. Esta vez, que pretendía salvarme (de la vida), justo hoy, precisamente hoy, Don Mario me salva (de mi exilio de mí misma). Gracias; recordaré este día cada vez que quiera salvarme. Gracias, Don Mario por siempre, gracias Verónica.
Muchas gracias a vos por ese mensaje tan hermoso. La poesía me salva todos los días. Pareciera que siempre nos dice al oído del peligro del abismo, del peligro de quedarnos secos ante tanta palabra. Nos sacia y a la vez nos desborda. Don Mario es un maestro. Saludos.
i qué habrá sido del hombre que me mordió la boca hasta sangrarme ii no sé mi nombre de memoria porque siempre me olvido aquél que tiene olor a infancia iii soy una mujer dolida sin nombre me contemplo ante el espejo y ambos nos descubrimos huérfanos iv he caminado por los jardines más esplendorosos pero nunca como esa mañana en que vos y yo conocimos la ternura. v te vi y algo en mí te pronunció bajito vi tu nombre me recorre el cuerpo tu cuerpo me recorre el nombre vii mi palabra es un gran árbol que echó raíces en tu nombre
Dejar que el barco se pierda en el mar. No salvar la vela rota. No darle sutura. Ver, lentamente, cómo las últimas partes se hunden en la más oscura noche. Pasar las manos, a modo de caricia, sobre el cuerpo yerto y húmedo. Desprender. Degollar. Hacer dormir un barco en la más terrible oscuridad y sentir paz.
No tengo dónde sostener la casa. Toda tierra es deleznable, toda tierra se derrumba. Pienso una casa en el aire, una morada abierta por donde transite el viento. En sus grandes agujeros anidarán las palomas. Mi madre llenará los vacíos dejando caer semillas desde su delantal ligero. Habrá latidos de perros y llegarán las tinieblas mucho después que el silencio. En el umbral de la puerta, mi madre vestida de blanco, recibirá el mensajero. Todo se copia a sí mismo. Todo se refleja en un espacio perdido. El pájaro copia otro pájaro. La vida copia otra vida. Quiero mirar el pájaro caído desde lo alto, mirar comienzos de vuelo, alas en ejercicio y aquel aire que se copia de otros aires más ligeros. Voy contando los comienzos. En el sitio más fecundo mi madre se echó a dormir. El hambre me va acosando. Un hambre de cosas vivas. Mi madre inventa unos brazos que se alargan memorioso. Miro mi sitio vacío, clamo por el olvido. La claridad de mi madre comienza a copiar la sombra. Tengo un ojo q
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Besos
Muchas gracias a vos por ese mensaje tan hermoso. La poesía me salva todos los días. Pareciera que siempre nos dice al oído del peligro del abismo, del peligro de quedarnos secos ante tanta palabra. Nos sacia y a la vez nos desborda.
Don Mario es un maestro. Saludos.