TÉ DE MANZANILLA Mi amigo, el chino, escribió una vez sobre cómo se sientan y caminan las mujeres después de hacer el amor. No llegamos a discutir el punto porque murió como un gafo, víctima de un ataque cardíaco curado con té de manzanilla. De haberlo hecho, le habría dicho que lo único bueno de hacer el amor son los hombres que eyaculan sin rencores sin temores. Y que después de hacerlo, nadie tiene ganas de sentarse o de caminar. Le puse su nombre a una vieja palmera africana sembrada junto a la piscina de mi apartamento. Cada vez que me tomo un trago, y lo saludo, echa una terrible sacudida de hojas, señal de que está enfurecido. Me dijo una vez: La vida de uno es una inmensa alegría o una inmensa arrechera. Soy fiel a los sueños de mi infancia. Creo en lo que hago, en lo que hacen mis amigos, y en lo que hace toda la gente que se parece a uno. A veces nos quedamos solos hasta muy tarde, hablando de los gusanos que lo acosan y del terrible calor que le entra todos los días en e