yo sé que llorar sólo apacigua un tercio de todo el dolor
ahogado aquí, nacido acá, en este recio cuerpo
pero no dejo de aspirar
a que un día
un gran llanto precipitado
sepa traducir, comulgar y redimir
el gran laberinto que me niebla
Atardece y salgo a la puerta de mi casa a encender las luces. Camino despacio, recortando la distancia que hay entre cada farol, y en un acto casi sagrado, doy luz a la posibilidad de esta noche. De fondo, un cielo rojísimo: tropel que arriba con toda su furia, pero nunca lastima. Estos caballos, mansos como el arroyo, se alimentan de la hierba de mi hogar. Forman parte de este paisaje. Aquí nadie te quita el aliento, salvo la noche. Por momentos, me parece poder oír el diálogo entre los árboles y el frío de esta noche. Escribo con frío, mientras mis manos deliran.
Comentarios
Volvemos a lo del llanto...seguro serán reivindicadas tus lágrimas. El diluvio pasará. La obnubilación no puede ser eterna.
Un abrazo.