Dejar que el
barco se pierda en el mar. No salvar la vela rota. No darle sutura. Ver,
lentamente, cómo las últimas partes se hunden en la más oscura noche. Pasar las
manos, a modo de caricia, sobre el cuerpo yerto y húmedo. Desprender. Degollar.
Hacer dormir un barco en la más terrible oscuridad y sentir paz.
Alborada
i qué habrá sido del hombre que me mordió la boca hasta sangrarme ii no sé mi nombre de memoria porque siempre me olvido aquél que tiene olor a infancia iii soy una mujer dolida sin nombre me contemplo ante el espejo y ambos nos descubrimos huérfanos iv he caminado por los jardines más esplendorosos pero nunca como esa mañana en que vos y yo conocimos la ternura. v te vi y algo en mí te pronunció bajito vi tu nombre me recorre el cuerpo tu cuerpo me recorre el nombre vii mi palabra es un gran árbol que echó raíces en tu nombre
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