Ese instante de abrir el blog y leer la última entrada y sentir el deseo enorme de borrarla. Y entonces las manos, presurosas, editan el archivo y desaparecen cualquier evidencia de aquello que es basura. Detestable, en otras palabras. ¿Qué sucede en ese momento donde todo lo que se escribe se siente una simple porquería?
Atardece y salgo a la puerta de mi casa a encender las luces. Camino despacio, recortando la distancia que hay entre cada farol, y en un acto casi sagrado, doy luz a la posibilidad de esta noche. De fondo, un cielo rojísimo: tropel que arriba con toda su furia, pero nunca lastima. Estos caballos, mansos como el arroyo, se alimentan de la hierba de mi hogar. Forman parte de este paisaje. Aquí nadie te quita el aliento, salvo la noche. Por momentos, me parece poder oír el diálogo entre los árboles y el frío de esta noche. Escribo con frío, mientras mis manos deliran.
Comentarios
pd. hay poemas increíbles en este blog... me acuerdo casi de memoria el de "adviene una voz que más que consolar /devela que esconder es un signo de abandono /también escribir"
tenete paciencia, vero! abrazo
Querida Ro, la paciencia en esto es casi una utopía, al menos para mí. Aunque hay días que la tengo bien alta, menos mal que va y viene, un vaivén de paciencia e impaciencia.
Gracias por estar ahí, siempre leyendo bajito, besotes enormes.
Muchas coincidencias he encontrado en este texto muy acertado.
Saludos.
Sí, un sentimiento de rechazo algo raro. no?
Gracias por compartir, a los dos
Saludos