Claricense
Caracas, 03 de septiembre
Hace nomás un momento leía a Clarice. Un texto de ella en general me despierta ganas de escribir. Se encienden las ganas. Resulta extraño pero de pronto me veo escribiendo. Algo sucede en mis dedos: un encandilamiento, me digo. Clarice es eso. Encandila enormemente. Ella toda es una luz intermitente. Por eso me aboco firmemente a su voz. Me permito anclar. Ser libre. Dejarme empapar de esa oscuridad tan lúcida. Acaso sea justamente lo que me atraiga de sus textos: esa luminosidad que ella le otorga, que ella devela en algunos de sus libros. Definitivamente pareciera entender algo que uno como lector no lo verá nunca. O como sólo sus ojos lo anticipan y sus manos lo demuestran arraigadas en el papel. Clarice es un soplo de audacia. Reafirmo mi amor por ella. Locamente. Endemoniadamente amo a esta mujer. Cuánto hubiese dado por haberla conocido. Agradezco poder tener varios de sus libros en mi biblioteca. Una linda cosecha que lleva el nombre Clarice Lispector.
Comentarios
Luego me contás.
Saludos.