Oscuro follaje del cuerpo. La luminosidad sopla como una vela encendida. El fuego se apaga pero queda arañando mis dedos. Me duele tanto más en el vientre desde que el ardor se ha extendido hacia esta piel. Oscuro follaje es el cuerpo. Follaje que resguarda nombres de cosas que aún no entiendo en mi vida. Un reino. Una casa perdida. Una larga pesadilla donde un hermano pronuncia maldades y desata con sus palabras el peor dolor. Y dentro del sueño lloro desconsoladamente, lo abrazo y le reclamo: ¿adónde te fuiste?. Oscuro follaje es su cuerpo. Misericordia, a él le falta tanta misericordia que escucharlo hablar, espanta. Tapo mis oídos para no escuchar el sufrimiento. Oscuro follaje era esa casa. Todos nos fuimos con una parte de esa oscuridad, invisible de pronto para los demás, pero resistente. Y ante esta distancia, también yo he cargado con esa negrura, con la sombra de la que pudo haber sido una casa pero siempre fue un desierto. Socorrida por nadie. Todos huimos, desesperados, casi todos. Se quedaron los más fuertes y desesperanzados. Los hombres de la familia.
Atardece y salgo a la puerta de mi casa a encender las luces. Camino despacio, recortando la distancia que hay entre cada farol, y en un acto casi sagrado, doy luz a la posibilidad de esta noche. De fondo, un cielo rojísimo: tropel que arriba con toda su furia, pero nunca lastima. Estos caballos, mansos como el arroyo, se alimentan de la hierba de mi hogar. Forman parte de este paisaje. Aquí nadie te quita el aliento, salvo la noche. Por momentos, me parece poder oír el diálogo entre los árboles y el frío de esta noche. Escribo con frío, mientras mis manos deliran.
Comentarios
Bella descripción y final; hasta sugiere una historia a contar a partir de allí.Besos.
Gracias Javier, un abrazo.
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