Leyendo varias cosas: conociendo a Herta Müller y a Alda Merini, y continuando con el segundo conjunto de crónicas de Clarice Lispector. Sumamente complacida especialmente con Herta. Su prosa posee una belleza fragmentada, porque la narración se constituye a partir de imágenes muy cortas de las que siempre el ojo queda prendado. Yo he quedado prendada hasta la médula.
Atardece y salgo a la puerta de mi casa a encender las luces. Camino despacio, recortando la distancia que hay entre cada farol, y en un acto casi sagrado, doy luz a la posibilidad de esta noche. De fondo, un cielo rojísimo: tropel que arriba con toda su furia, pero nunca lastima. Estos caballos, mansos como el arroyo, se alimentan de la hierba de mi hogar. Forman parte de este paisaje. Aquí nadie te quita el aliento, salvo la noche. Por momentos, me parece poder oír el diálogo entre los árboles y el frío de esta noche. Escribo con frío, mientras mis manos deliran.
Comentarios