Escribo pero no me libero
Cuando conozco a un nuevo autor necesito enamorarme, enloquecerme. Pienso que si no pierdo la cabeza ante la primera línea, tal vez nunca sentiré los golpes de tambor dentro del cuerpo. Esta es la forma en que los textos me atraviesan y separan de la realidad inmediata. Y ese momento en que la cordura pende de un delgado hilo, me hace sentir huérfana, y la realidad es como ese animal que se fugó de casa, para nunca más volver. En su lugar, dejó este sentimiento duradero, acatarrado, informe, infeliz, que ata y desata a un pequeño estado de locura. Hago el intento de soltarlo, que se vaya, le digo, pero él se aprieta más y más sobre los dientes. Chirría mi lengua contra su espalda, y la pobre infeliz escribe desde esa cárcel, desde el desabrigo de unos brazos que no la toman, que no se sujetan a su cuerpo para ayudarla a avanzar, simplemente todos corren y se orillan en la arena ajena.
Siento que la palabra cordura no cabe en mí, es una estructura poco firme para esta casa. Y cuando se asienta, flaqueo; las paredes comienzan a mover sus brazos pidiendo auxilio; las ventanas se golpean y mis manos tiemblan de miedo.
Una vez más el cuerpo necesita escribir, y esto conlleva un aire de liberación. Es necesario exorcizar el corazón, para que los demonios duerman tranquilos. Escribo pero no me libero.
Comentarios
Me pasa lo mismo con los autores que leo, necesito un impacto, una cachetada para prestarles atención. No sé si es bueno, pero uno siente así. Besos.
A mí si no me cachetea el autor, lo guardo, lo encierro nuevamente en la biblioteca.
:-)
El autor no lo sabe. Pero es autor de un cuerpo también.
Un saludo. Gracias por publicar. que andes bien.
L.
Un beso.