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Las personas, como algunas, son ovillos de sí mismas
recogidas del viento. Habitan las casas más profundas.
Parece, si vivieran, un ruido de silencio. El rito
de las palmas es aún la manera de implorar en lo seco.
Es así como la noche nos redime de todo, el lugar más
seguro y cercano a la muerte.
34
Bastaría la muerte. La estampida anunciada de la voz
al desencuentro. Hundir rostros sin señas posibles
a la burla del Dador. Bastaría el desalojo de la piel
intacta. Absortos, manchados al fin, en el fondo
de nosotros mismos. Para este trozo que me ofrezco
cuando nombras el bosque y reímos del nombre tallado
como única promesa. Gime quien alcanza la sangre o la
medita posible. Bastaría la muerte.
36
Cuando tú y nosotros de esta casa, miramos
alto árbol, polvo a germinar, celebran
nuestros hijos el acto de vivir. Salva la
tierra de quebrarlos por dentro.
Yolanda Pantin. Casa o Lobo.
Poeta Venezolana.
Comentarios
Abrazo y bermút.
(de Mesa de esmeralda)
Deja tu comarca entre las fieras y los lirios. Y ven a mi esta noche oh, mi amado, monstruo de almibar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Asi, aquella noche lo clamaba yo, de portal en portal junto a la pared pálida como un hueso, todo llena de un miedo irisado y de un oscuro amor. Ya era la edad en que las abuelas habían retrocedidoa moradas de subtierra y sólo sus almas perduraban encadenadas a las lámparas estremeciendo mariposas verdes y amarillas a la hora de los fuegos y los rezos. !Oh, mi amor!- lo clamaba yo, de puerta en puerta, de muro en muro- perdi mis trenzas, estoy desnuda, se cayó el sándalo de los medallones, la luna paró sobre las chimeneas su trineo de coral. Y no vienes, hombre, rosa, crimen, corazón. Voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Voy a matar los panales. M e has hecho imaginar inútilmente tus múdulas de sándalo, tu corazón de fuego. Ahora, se reirán de mi las muertas que se acuerdan de tu amor. Así mentía yo, abrazada a su melena de oro, a su terrible miel. El hablaba una lengua casi inteligible; pero, un rocío voraz, una lepra de flores, le terminaba el ostro. Y dentro estaban el azúcar y las cruces y los espejos con olor a jacintos. Nos acercamos a la mesa. Las abuelas en las lámparas. Le dije que iba a guardarlo, que iba a besarlo, que iba a guardar su corazón entre las piñas y los licores y las medallas. Otra vez jardín y sombras y columnas rotas y los cisnes serios como hombres. Empecé a matarlo. Porque no digas mi amor a nadie-a entreabrirle los pétalos del pecho, a sacarle el corazón. El se apoyó en mi brazo, le latía con locura el almibar de los dedos. Empezó a morir. Cerca del bosque empezó a morir. Rompí a llorar. Voy a matar los panales; voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Su muerte siguió a lo largo del bosque. Quise recogerla en mi saya, reunirla en mis brazos, abrazarla. Voy a tener hijps de almíbar y de pétalos y no podrán besarte, oh, mi novio de miel, mi tulipán. Lloraba desesperadamente. Quería juntar los pétalos, reconstruir la miel, sacarlo de la muerte, ganarlo para siempre, que no tuviera fin este poema.
Besos, Fede.
No conozco nada d esta autora, pero me gusta lo que leí aquí.
Tengo una nueva entrada en mi blog, pienso retomarlo y no dejarlo...
Un abrazo, Vero.
Gracias por los intentos jajaja y por el mensaje. Como ya le dije a Alondra, si querés te puedo enviar dos de sus poemas. Uno es éste "Casa o lobo" y tengo otro más que está en word. Me avisás y lo hago en dos minutos.
Besos
GRACIAS !!! y abrazo